La dirección de actores es algo que me encanta. Crear un personaje sobre el papel en la fase de guión, haciéndolo creíble o increíble, pero siempre verosímil, y darle cuerpo y profundidad, es una tarea dura y difícil, aunque con bastante encanto, y que a mí por lo menos, me suele llevar mi (bastante) tiempo. Pero darle ese boceto a un actor, y trabajar con él para que asuma esa personalidad como suya y convertirse, tras horas y días de trabajo y ensayos, en el personaje creado sobre el papel, es algo realmente fascinante.
A menudo se comenta que tal actor o actriz tiene talento, es bueno, trabaja bien… o por el contrario, que es un paquete, que no transmite, o que sobreactúa, término este último que todavía me hace rascarme la cabeza cada vez que lo oigo. La gente que desconoce la creación cinematográfica tiende a pensar que es mérito exclusivamente suyo conseguir una gran interpretación. Evidentemente hay un punto de partida, un ingrediente base que es una amalgama de talento, trabajo y tiempo, materia prima sin la cual no hay nada que hacer. Y cuanto más técnico, artístico y profesional sea el actor, tanto mejor será el resultado (por supuesto hay excepciones, siempre me maravillaré del trabajo de Wilder con la desmemoriada, borrachina y engreída Marilyn Monroe, que llegaba tarde a ensayos y rodajes, y sacaba de quicio a todo el mundo con sus caprichos; eso es DIRECCIÓN DE ACTORES, con mayúsculas).
Pero la interpretación es un trabajo de equipo, y un buen actor, con talento y experiencia, puede hacer un trabajo mediocre, o incluso malo, en las manos de un mal director, o simplemente de un director más especializado en los aspectos técnicos del rodaje. No olvidemos que es el director quien posiblemente le ha exigido al actor que actúe (o sobreactúe) de esa manera determinada. Hay directores con gran habilidad para saber cuándo y cómo conducir al actor o cuándo necesita libertad y dársela, y cómo transmitir aquello que quiere, aquello que ha pensado durante la creación del personaje. Para los profanos, son directores fácilmente reconocibles por la línea de calidad interpretativa en sus filmes, a veces tan sencillamente como viendo el currículum de premios de sus actores.
Y ahí no acaba todo, insisto que lo esencial es la técnica y el talento del actor, pero también el compañero de reparto, a la hora de interactuar con él, puede afectar a la concentración y el trabajo sobre los matices que irán transformando al actor en el personaje, por no hablar de las condiciones de rodaje, o del buen ambiente en el equipo.
Todo esto está muy bien cuando tienes como parte del equipo artístico a actores adultos con los que trabajar, ya sean profesionales o amateurs, perfilando cada aspecto de los personajes, enriqueciéndolo no solo con el trabajo puramente técnico del artista sino con su aportación y con su opinión, que todos los directores deberíamos escuchar. Por algún sitio leí, que cuando Javier Bardem empezó a preparar su interpretación de Ramón Sampedro para Mar Adentro, uno de los primeros días de trabajo se presentó ante Amenábar con una carpeta, en la que traía 35 folios llenitos de preguntas referidas a aspectos del personaje.
En el caso de ‘La moneda falsa’, aunque es evidente que no será necesario profundizar a esos niveles, la cosa puede complicarse en otra dirección. Existe el tópico, en el entorno de la dirección cinematográfica, que recomienda evitar en lo posible la participación de niños y/o animales en el proyecto, por su manifiesta dificultad añadida. Pues bien, acabo de encontrar mi vena masoquista: vamos a trabajar con un niño y con un perro.
La parte más difícil, no solo de la preproducción, sino también del rodaje, y la que quiero tener resuelta antes de continuar con el resto de jalones de la producción, pues no sé cuánto tiempo me va a llevar, es la de encontrar a un niño actor. Un niño que, por si fuera poco, va a ser el protagonista de la historia, y por tanto el de mayor número de escenas en pantalla.
El niño debería tener unos 6 años, lo cual no hace precisamente esperable poder contar con experiencia en los posibles aspirantes a hacerse con el papel, cosa que sí ocurre con los actores adultos. Y si existe esa experiencia, va a ser probablemente en ámbitos teatrales, escolares, o circenses, disciplinas muy diferentes a la interpretación cinematográfica, como ya sabéis.
Con los adultos el tema es (relativamente) fácil. Tú le das el perfil del personaje, le explicas lo que tiene que hacer, y él sabe de qué va la cosa. Con los niños de esta edad, no está tan claro que sepan lo que tienen que hacer para conseguir una interpretación de corte realista, como es aquí el caso. Y me temo que no va a ser tan sencillo como decirle lo que debe hacer; hay que enseñarle, motivarle y conseguir que lo sienta (vale, con los adultos también pasa esto, pero con un niño... se me cruzan los ojos cuando lo pienso).
Debido a mi bisoñez sobre la dirección de niños, el tema me parece algo difícil, bastante difícil, y eso me hace pensar que por muy poca experiencia que pudiera tener el pequeño actor, seré yo el que más aprenda trabajando junto con él. Eso me gusta.
Y cuando fichemos al actorcito, le llegará el turno al animal. Ya hablaremos.
3 abr 2007
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